INTRODUCCIÓN A LA 41ª TERTULIA
Desde
el principio ha sido un tema recurrente en nuestras reuniones hablar de las
fiestas de antes, quizás por la nostalgia que supone recordar otros tiempos,
quizás por la envidia de no tener ahora lo de antes, pero seguramente por añorar
a la gente que se fue. Sin embargo me sigue pareciendo interesante volver a
abordar el tema si bien desde un punto de vista no tan pesimista.
Somos
conscientes de la pérdida de valores que venimos sufriendo desde hace tiempo,
aunque quizás ocurra de manera más acentuada desde unos 15 años hacia acá, y de
que nos hemos quedado sin esos artistas inigualables y sin esos gitanos
referentes. Pero además, y de eso somos responsables directos, hemos desvirtuado
la forma de entender las fiestas y lo que conllevaba, dejándonos a nosotros
mismos sin herramientas para transmitir a nuestros hijos lo que significaba ese
rato de convivencia y de unión.
Sobra
protocolo y falta respeto, sobran guitarras y faltan nudillos, sobran bailaoras
y faltan cantaores y sobra gente y falta quórum, como dice el primo Marquesito.
Por
tanto, sabemos lo que había y ahora no hay, sabemos lo que nos ha traído a esto
y sabemos, o al menos intuimos, como podríamos volver a lo de antes, y podemos
hablar sobre el tema cuantas veces queramos, pero hoy puede ser que se trate de
otra historia, de recordar, de compartir vivencias, de traer de la memoria a
nuestra gente y acordarse de la alegría que nos transmitían y de volver a
disfrutar de aquellas pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas.
En
mis recuerdos están el baile de Andrés de la Carrasca, el age de Antonia la
Feonga, el roete de María Peña, las fiestas de Navidad en casa de la Fernanda, los
días de San Andrés y las fiestas del 15 de agosto, el compás con los nudillos
en un mostrador, las fiestas de 24 horas, los amaneceres escuchando a la
Bernarda...
Y
ahora, para compartir y para que nos sirvan de inspiración traigo este tarro
con algunos recuerdos que nunca dejarán de estar.
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